Biografía  
             Henry
              Fiol es un salsero diferente y elegante. Siempre le
              gustó la
              música. Así que cuando estudiaba artes visuales en
              Hunter College se iba a los clubes a bailar y escuchar música
              de Salsa. 
            En 1968 empezó a tocar conga en las rumbas que
              se formaban en el Barrio Latino, en el Central Park o en Orchard
              Beach. Ahí,
              aguzando la técnica de la conga, desarrolló un mayor
              interés por la música. Por aquel entonces se graduó de
              la Universidad y empezó a trabajar como maestro de arte
              para niños en las escuelas católicas. Pero se desilusionó del
              mercado del arte, es decir, de las galerías y el personal
              elitista que, según él, las domina. Se considera
              más una persona del barrio, no se sentía cómodo
              en aquel ambiente, así que se decidió por la música
              y por ahí se encaminó hasta el presente.  
             A un nivel más profesional, después de tocar la
              conga por muchos años en la calle y tocando en la casa con
              música de fondo, comenzó a trabajar con algunas orquestas
              de Nueva York como donguero o en el coro. Primero, se vinculó a
              un conjunto de músicos que se presentaba en los hoteles
              judíos de las montañas Catskills. Era el único
              latino del grupo; los demás eran judíos, italianos
              o de otras nacionalidades.  
            Como el repertorio era en inglés, un día le dijeron: “Cántate
              algo en español” y así, por accidente, empezó a
              cantar. Era un grupo que se llamaba La Placa, una imitación
              del Quinteto La Playa, con una guitarra eléctrica, una trompeta,
              bajo, conga y timbales. Después se unió a la orquesta
              Caprí y con ella se perfeccionó, adquiriendo un nivel
              más profesional; era un conjunto al estilo del son cubano
              que se identificaba con su manera de expresarse en música.  
            A pesar de que algunas de sus canciones poseen un tinte ideológico
              de protesta, no se considera un político como Rubén
              Blades. Sus temas tratan más sobre la condición humana
              e intenta abordar un concepto más universal, con un mismo
              significado en cualquier tiempo o lugar: 
            
              “Se pueden interpretar algunas de
                mis canciones como de inspiración
                política: “Qué pena me da”, “De
                mi gente abusada”, “Víctima de Injusticia”, “Esto
                no puede seguir”, “Pronto Todo Cambiará”, “No
                Pierdas Fe” [como expresa en uno de sus temas],
                pero he tratado de mantenerme al margen de la política
                y concentrarme más
                en la música. A mi no me gusta sonar como un predicador.
                Cuando uno suena como predicador la gente cierra los
                oídos.
                De manera indirecta y sutil, intento introducir un mensaje
                por la puerta de atrás. Llevo mucho tiempo observando
                a los oyentes de mi música y sé como debo
                bregar con ellos. Un tema de Rubén Blades como
                tiburón que haces cerca
                de la orilla, cosas así de naturaleza política
                directa, no me gustan”.                           
            La vida es una montaña rusa 
              La canción “Picoteando Por Ahí”, que
              se podría interpretar como de tema político, trata
              simplemente de la condición humana, sobre la pobreza de
              vivir de la mano a la boca, del rebusque: “Me defiendo
                picoteando por ahí”. Desde una perspectiva callejera,
              la canción se pregunta cómo cierta gente “se
                come el jamón y a mí me tiran el hueso, como si
                yo fuera un ratón me tiran un cantito de queso”. 
              Henry Fiol es de ascendencia ítalo-puertorriqueña;
              nació el 16 de enero de 1947, su padre era de Ponce, Puerto
              Rico y su madre, hija de inmigrantes italianos. 
              Uno de sus logros ha sido capturar la poesía urbana de
              Nueva York; la ciudad está siempre presente en sus canciones.
              Según comenta: 
            
              Mi experiencia es que soy más visual que auditivo, pues
                mi entrenamiento académico es de artista plástico,
                y también porque soy de un temperamento solitario. No
                sirvo para andar por ahí callejeando o en los clubes sociales,
                y el hombre solitario tiene mucho tiempo para observar. Entonces
                mis temas salen de mis observaciones y experiencias, de mi vida
                misma. Por ejemplo, tengo un tema que se llama “Montaña
                Rusa”, la vida es una montaña rusa, el camino del
                artista es como una montaña rusa, en los tiempos buenos
                todo el mundo te solicita, hay contratos e invitaciones, pero
                cuando el disco se enfría nadie llama y uno se queda comiendo
                un cable, y no sabe de dónde viene el próximo
                trabajo, no se tienen las entradas de un trabajo fijo. 
               La ciudad de Nueva York influye en mi
                trabajo en la medida que yo vivo aquí en el Lower East Side, también conocida
                como Loisaida, en la calle 12 y la Avenida C. Yo soy de este
                barrio, y años atrás éste era un lugar caliente
                donde pasaban muchas cosas feas. Tengo ese tema que dice: “Ay,
                al buscar el mañana, entre quemada basura, yo oigo la
                amargura que sale de tu ventana”... Es algo que yo recuerdo
                caminando por las calles de Loisaida que había muchos
                edificios abandonados, basura, drogadictos y eso se refleja
                en mis canciones. 
             
            Un Admirador del Son Cubano 
             Cuando empezó con el conjunto Saoco la idea era buscar
              un estilo. Era un admirador del Son, la música típica
              campesina de Cuba: 
            
               Cuando uno se inicia es más libre de imitar o dejarse
                influir, es parte del proceso. Después de eso, cuando
                comencé a grabar bajo mi nombre, he tratado de desarrollar
                un estilo propio, de crear un son contemporáneo. Es decir,
                un son que mantiene el sabor, la raíz de esta música
                y al mismo tiempo trata de asuntos vigentes. 
             
             Tiene dos elepés que grabó con el Cuatro, antes
              usaba el Tres, pero en una forma diferente a los demás
              conjuntos. El Tres es un instrumento de cuerdas más grande
              y su sonido más grave en acordes de tres notas a la vez.
              En cambio, el Cuatro es de notas individuales en octavas, más
              brillante, con una armonía limpia y afinada que semeja
              el ritmo campesino que siempre ha sido de su gusto. Desde entonces,
              adoptó el Cuatro como su instrumento preferido. 
              Su tumbao es diferente al de otros conjuntos que tocan Son cubano,
              como Pacheco o el Conjunto Clásico, por ejemplo. Tienen
              ellos un tumbao parecido en la instrumentación, en el
              sentido que no usan timbales, usan guitarra y existe una semejanza
              en ese aspecto. Pero si alguien compara el tumbao de Fiol con
              el de otros conjuntos, se nota que el suyo es más rústico,
              suena más a música campesina del Caribe. 
              Un incidente que cambió su vida tuvo lugar más
              allá por el año 68, cuando era aún maestro
              de artes visuales para niños en las escuelas católicas
              de Nueva York. Siempre iba a almorzar a un bar cubano de Tarrytown,
              un suburbio de Nueva York, cuando alguien puso una moneda en
              la rocola y oyó “Ay por el camino del sitio mío
              un carretero alegre pasa”, entonces se dijo: “pero
                qué es esto”. Fue algo que estremeció su
              sensibilidad porque siempre había gustado de ese sonido
              típico del Son cubano pero nunca había escuchado
              a Guillermo Portabales. Era el esqueleto del son, sin más
              arandelas, la esencia. Por aquel tiempo, solía escuchar
              a Pacheco, la Sonora Matancera o Arsenio Rodríguez que
              se identifican con la trayectoria del Son cubano característico
              de los conjuntos habaneros. 
            El saxofón tiene el sabor de
              Nueva York 
             Comenta emocionado: 
            
               Así que cuando escuché a Portabales
                fue como una revelación espiritual para mí y empecé a
                investigar las diferencias entre Portabales y los demás
                músicos. Encontré que en la música campesina
                el sentimiento es más sincero. A partir de ese momento
                me dediqué a estudiar la música folclórica
                de Cuba, el punto cubano, décimas guajiras, y traté de
                digerir todo esto para ligarlos con el tumbao más fuerte,
                más negroide, con percusión, con la sazón
                de Nueva York para sacar la síntesis que es mi trabajo
                actual. 
             
              Fiol es uno de los salseros más queridos en América
              Latina y de manera especial en Colombia, donde llena los estadios
              y salsotecas cuando se presenta. Es también el único
              músico que ha adoptado, en el formato del conjunto, el
              saxofón. Antes utilizaba dos trompetas, luego cambió para
              trompetas y saxofón, porque, explica, “el saxofón
              inyecta un sabor a Nueva York, una textura muy americana que
              coincide con el jazz o la música brasilera que siempre
              ha gustado. Una mezcla de muchos orígenes”. 
             Su estilo es diferente y su música emana de los arreglos
              especiales; tiene un método personal para hacer las composiciones: 
            
               Invento la introducción, los mambos en los pitos, el tumbao
                del bajo y los acordes del piano. Empezando con el primer disco
                de Saoco hasta ahora, como no escribo música pues soy
                un músico empírico, no puedo hacer los arreglos
                yo solo. Lo que hago es que trabajo con un arreglista, le canto
                o tarareo la melodía, toco con un solo dedo en el piano
                y le digo: Esto es lo que yo quiero en el bajo. El arreglista
                pone su talento y su conocimiento, cosas que no conozco de armonía.
                Ya van tres elepés que trabajo con mi hijo Orlando quien
                es el arreglista de los temas. Soy coarreglista pero nunca pongo
                mi nombre en este rubro. 
             
             
               
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